Valentín González "El Campesino"

Posted: domingo, 15 de noviembre de 2015 by Termita in Etiquetas: , , , , ,
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Mi abuelo materno estuvo, durante la guerra civil española, a las órdenes de Valentín González, también conocido como "El Campesino".
No habló nunca demasiado bien de él.

Hémosle aquí, al Campesino:




Valentín González (Malcocinado, 09-11-1909 - Madrid, 20-10-1983)

Para algunos, evocar el nombre de 'El Campesino' es sinónimo de un ser cruel y sanguinario, para otros, el de un héroe de leyenda, o simplemente, de un ser humano que se desenvolvió como pudo en las dramáticas circunstancias en que, de una y otra parte, se desarrolló la guerra civil en España.

Valentín González González nació en 1909 en Malcocinado (Badajoz), concretamente en 'las minas del Marín', en las que su padre trabajaba como minero.

Criado y educado en ese pueblo, de muy joven y siguiendo el ejemplo de su padre, se marchó a trabajar en las minas de Peñarroya, y fue en aquel ambiente donde empezó a conocer a miembros de los partidos de izquierda, y a formarse su carácter e inclinación política.

Es en esos primeros años cuando llega a tener contacto con la Federación Anarquista Ibérica, grupo de tendencias revolucionarias cuyo objetivo era la realización de la revolución social y la instauración del comunismo libertario. Aunque, según sus propias palabras, él «siempre había sido más anarquista que comunista», debido a las inclinaciones terroristas y la forma de violencia extrema con la que pretendían imponer sus ideas, se separó de esta formación y abandonó el trabajo en la mina.

En esta época de fuerte convulsión política en la que España se encontraba bajo la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, Valentín González mantiene varios enfrentamientos con las fuerzas del orden, llegando a ser encarcelado en 1926 por su participación en el asesinato de cuatro guardias civiles. Sin embargo, al poco tiempo de ocurrir estos hechos, se traslada a Madrid y se afilia al Partido Comunista, en el que, tras la instauración de la II República, comienza a destacar como militante, llegando a ostentar cargos de responsabilidad.

LA FORJA DE UNA LEYENDA

Su carácter le impide permanecer tranquilo ocupando un cargo político, y al estallar la Guerra Civil, se alista en el V Regimiento del ejército gubernamental, y comienza a destacar en diversos combates, primero en el frente de Extremadura, su tierra natal, y sobre todo en el sector de Somosierra, por lo que a finales de 1936, se la otorga el mando de la 10ª Brigada Mixta.

Al frente de esta brigada combate en diversos frentes madrileños, destacando sobre todo en la batalla de la carretera de La Coruña, en la que infringe a los italianos una de sus más severas derrotas en la guerra. Combate después en Guadalajara y la batalla del Jarama, y es aquí cuando la propaganda del partido le comienza a llamar 'El Campesino' ... a pesar de que nunca había ejercido esta profesión.

El gobierno, consciente de su valía como militar, y sobre todo de la fama que había alcanzado de invencible y sanguinario entre el bando republicano y el terror que suscitaba su nombre en el nacional, lo nombra general y le concede, en junio de 1937, el mando de la 46ª División, al mando de la cual participa en las batallas de Belchite y Aragón.

La ferocidad en el combate y el hecho de haber recibido hasta diez heridas de bala durante la guerra, lo convierten en el héroe del bando republicano, merecedor de una semblanza del poeta Miguel Hernández en sus versos 'Hombres de la Primera Brigada Móvil de Choque', que dice: «... Apenas duerme; come con una mano y dispara con la otra; truena y relampaguea contra los cobardes, los retrasados y los bribones. Tiene una palabra que quema, unos ojos que petrifican y una barba revuelta y negra, que mete para convencer en todas las bocas y que es el terror de los alemanes...». [Ver documentos adjuntos]

Tras otras acciones de menor importancia, se le encomienda la defensa de Teruel, recién reconquistada por los republicanos. En la defensa, permanece hasta el último momento, logrando escapar con algunos de sus hombres la noche en que las tropas nacionales toman la ciudad. Las siguientes acciones de guerra le llevan a enemistarse con el general Líster, y es trasladado a Almería, donde tras abandonar el mando de su división, y con ello su carrera militar, vive los últimos días de la guerra.

Viendo todo perdido, consigue cruzar las líneas enemigas y llegar a Málaga. Se embarca hacia Orán y desde allí vuela a Francia, donde un barco lo esperaba a él y a otros jefes republicanos españoles y comunistas europeos, para llevarlos a la Unión Soviética de Stalin, que para todos ellos era entonces como ' el paraíso comunista'.

EL HORROR SOVIÉTICO

Al llegar a la U.R.S.S. es recibido como un héroe, y tratado con honores militares. Ingresa en la Academia Militar de Moscú con grado de comandante, con el objetivo de formarse en el mundo de la guerra de guerrillas y regresar a España a organizar la resistencia contra Franco.

Sin embargo, ese paraíso soñado por él pronto se convertiría en un infierno. Nada más llegar, deja de ser ciudadano español para convertirse en soviético, lo cual le afecta, pues según sus propias palabras «siempre me había sentido profundamente español». El segundo golpe dirigido a anular su personalidad consiste en quitarle su nombre, Valentín González, para adjudicarle el nombre ruso de Piotr Antonovich. Despojado de su nombre y su nacionalidad, su fuerte carácter y sus tendencias anarquistas le llevan a ganarse la desconfianza de los mandos militares rusos.

Los informes negativos de dichos mandos, y sobre todo sus continuas quejas por la situación de extrema pobreza en que por entonces vivían los ciudadanos soviéticos que no eran ni militares ni miembros del Partido Comunista, hacen que Stalin lo considere subversivo y peligroso para el régimen, por lo que, por orden directa suya, es juzgado y deportado a un campo de trabajo en Siberia, con una condena de 3 años de trabajos forzados, 5 de vigilancia extrema y otros 5 sin derechos de ningún tipo.

En agosto de 1944, cumplida la condena de 3 años, y en compañía de otros dos españoles, planea huir de la U.R.S.S. Burlando la vigilancia, se dirigen a la frontera con Irán, por entonces territorio inglés, y consiguen llegar a su capital; pero los ingleses, tomándolo por un espía ruso, lo detienen y lo devuelven a las autoridades soviéticas. La represalia por el intento de fuga, tras espantosas torturas, es una nueva condena en el campo de Vorkuta.

Allí, por su experiencia como minero y sus conocimientos militares, es encargado de organizar a los mineros y los turnos de trabajo, lo que le vale la confianza del jefe del campo, que comienza a concederle pequeños privilegios. Gracias a ellos y a algún que otro soborno, consigue que el médico del campo le declare enfermo, y le concedan un permiso de viaje y un billete de tren hacia el Mar Negro.

En mitad del viaje, y otra vez gracias a los correspondientes sobornos, cambia su billete y se dirige nuevamente a la frontera iraní, esta vez en compañía de un amigo, antiguo compañero del primer campo en el que estuvo. A punto de llegar son descubiertos, y tienen que huir a pie a través de las montañas, y aunque su amigo es capturado, 'El Campesino' consigue alcanzar la frontera. Es 1949, y han pasado diez interminables años de sufrimiento desde que llegó como un héroe a la U.R.S.S.

Su terrible experiencia en el "paraíso comunista" ha quedado reflejada en su libro 'Yo elegí la esclavitud', en cuyo epílogo, a modo de resumen de las atrocidades vistas y vividas, podemos leer: «¿Creerán los lectores de este libro en la sinceridad de mi testimonio? Los hechos que he referido son tan horribles, tan monstruosos, tan increíbles, que, en ocasiones, parecen producto de una mente calenturienta»

EL FIN DE TODA UNA VIDA

Por fin, tras innumerables peripecias, llega a Francia, y tras poner fin a su militancia en el Partido Comunista, organiza un pequeño grupo armado que, tras entrar en España, dirige algunos actos terroristas contra el régimen franquista, aunque con escaso éxito. Detenido en 1961, es recluido en la isla bretona de Bréhat, y después es trasladado a Metz, donde permaneció hasta 1978.

Es ese año regresa a España, y sus últimas apariciones en público fueron para mostrar su apoyo al gobierno socialista de Felipe González. Murió en Madrid en 1983.

Poco después, y con motivo de su aniversario, un equipo de producción de Televisión Española visitó Malcocinado para hacer un reportaje sobre su vida (ver en YouTube), reflejando el lugar en que nació y se crió el que, sin duda alguna, es uno de los personajes históricos más conocidos de este pueblo.

Fernando Álvarez-Ossorio Alejandre

Artículo publicado en la Revista del año 2000



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REPORTAJE DE TVE SOBRE VALENTÍN GONZÁLEZ EL CAMPESINO

El personaje desvaría bastante, su discurso es bastante incoherente, salvo momentos de lucidez. El documento, no obstante, es interesante.

https://www.youtube.com/watch?v=GQQ-v2MvhU4

https://www.youtube.com/watch?v=b1iJg4_VSdA


https://www.youtube.com/watch?v=5j0br7TMQ5I

https://www.youtube.com/watch?v=1nYvIbNa_8I

https://www.youtube.com/watch?v=q1uyv0WfFKs


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En su obra 'Hombres de la Primera Brigada Móvil de Choque', Miguel Hernández le dedica estas palabras: 


«El Campesino, cabeza principal de la brigada, lleva en su vida una larga historia de hombre de combate. Varón de Extremadura, se levanta contra el cielo ensangrentado de la guerra como un bloque viril y puro. Lo veo como un herrero forjador de temples heroicos, victorias, verdades y justicias. Su presencia de fortaleza y su aliento austero derriban como un huracán las debilidades y los robles que se le ponen por delante. A cada nueva ocasión da nuevas pruebas de inmensas capacidades de mando y de organización. Es uno de los dirigentes y defensores más apasionados del pueblo. Lleva muchas heridas por dentro, y no repara en las balas que le cuelgan sobre su piel blindada. En los momentos difíciles surge El Campesino con una voz emocionada y rotunda, una bomba y una pistola y una cara de comerse el mundo sobre las trincheras, y los fusiles marchitos recobran su gallardía fiera, y los movimientos contra el enemigo tienen efectos mortales y victoriosos. Apenas duerme; come con una mano y dispara con la otra; truena y relampaguea contra los cobardes, los retrasados y los bribones. Tiene una palabra que quema, unos ojos que petrifican y una barba revuelta y negra, que mete para convencer en todas las bocas y que es el terror de los alemanes»



"EL CAMPESINO"

Aquí, castigando el campo

con el pie, por las besanas,

entrañable como un surco,

crespo como un Guadarrama,

un hombre abundante de hombre

de un empujón se levanta.

Valentín tiene por nombre,

por boca un golpe de hacha,

por apellido González

y por horizonte España.

Aquí, entre muertos y heridos

y alrededor de las balas,

fieramente se pasea,

castellanamente habla.

Con el aire de sus hombros

la atmósfera se huracana.

Sus labores son de guerra

y de muerte sus campañas.

Ha matado muchas bestias

y quiere acabar la casta.

Su actitud de león,

negro el pelo, roja el alma,

recorre al sol de la pólvora

las anchuras castellanas,

y el corazón, de tan ancho,

se le sale por las mangas.

Lleva, como la madera

del noble y de la carrasca,

revuelta la sien oscura

y masculina la savia,

que por los tempestuosos

ojos le bulle y le salta.

Lleva el pecho como un monte,

lleva la boca con rabia,

y una ráfaga de sombra

dando vueltas a su barba.

Miradlo cómo reluce

cuando dice una palabra.

Ante este varón del pueblo,

hasta las piedras más bravas

débiles y sin defensa

se sienten y se desgranan.

La cobardía lo esquiva

y el valor duerme en su casa.

Hombres que seguís a este hombre

por laberintos que marchan

a páramos de derrota

y a viñas de triunfo y palma:

que sus cejas de coraje,

y su frente de arrogancia

y su piel de valentía

hallen eco en vuestra cara.

Con él ganaréis Castilla,

con él ganaréis España

a los de la morería

y a los de la canallada:

con él podremos ganar

toda la tierra del mapa.

Yo he de cantar sus proezas,

yo he de romper mi garganta

en alabanzas al pueblo

y al hombre de sus entrañas,

hasta que queden de mí

los restos de una guitarra.

Hombres que nunca veía,

porque no tengo bastantes

ojos para tanto ver,

cuerpo para tantas partes:

hombres que lejos de mí,

aunque hasta mí se acercasen,

vivían como eclipsados

bajo el eclipse del traje,

de repente se aproximan

a mis ojos, a mi carne,

a mi corazón poblado

de batallas y habitantes.

Se aproximan, se desnudan,

se desoscurecen y arden,

y para siempre en mi frente

graban la luz de su imagen.

Ayer te desconocía

en medio de los eriales,

de paso por las encinas,

en el resplandor del aire

y en el resplandor rabioso

de las bombas y los tanques.

Ayer no hacía memoria

de ti, teniente González.

Hoy te conozco y publico

tus ímpetus de oleaje,

tu sencillez de eucalipto,

tu corazón de combate,

digno de ser capitán,

digno de ser comandante.

Aquel día del enero

salió prometiendo sangre

al cielo de la mañana

y a la tierra de la tarde.

El alba pasó ante un grupo

forajido de alemanes,

carnívoro de italianos,

cagado de generales,

y el sol apuntó queriendo

inundarlos de vinagre.

La luz se halló entre cañones,

el rocío entre cadáveres,

el azul y sus laureles

y el valor entre encinares,

sobre las frentes erguidas,

sobre los huesos tajantes,

sobre la piel de una tropa

de campesinos leales.

Se oyó una voz torrencial,

se alzó un brazo detonante:

eran los de Valentín,

que como tres huracanes

campaba cuando decía:

¡Qué no retroceda nadie!

¡Que la muerte nos encuentre

yendo siempre hacia adelante

o dentro de las trincheras

firmes lo mismo que árboles;

a cada herida más fieros,

más duros a cada ataque,

más grandes a cada asalto

y a cada muerte más grandes!

¡Y al que ofrezca las espaldas

al enemigo, matadle!

La guerra se hermoseaba

al pie de sus ademanes.

Tronaron las baterías

nutridas de tempestades,

y la voz del Campesino

no cesaba de escucharse

ni de iluminarse el humo

de la pólvora salvaje.

El teniente de Leal,

González el admirable,

no apartaba de la oreja

aquella voz desbordante,

y echó en su puesto raíces

del heroísmo y de romance.

Por tres veces con tres plomos,

vino la muerte a buscarle:

tres heridas le clavaron

tres fusiles criminales,

y a pesar del enemigo,

y a pesar de los pesares,

su juventud parecía

una cumbre invulnerable,

una bandera invencible

y campeadora y gigante.

Cuando perdieron tus venas

fuerzas con que sustentarse

y la sangre te sonaba

por los bolsillos, González,

no pediste un hospital

como piden los cobardes,

que pediste una camilla

sobre la que reclinarte

para seguir disparando,

mandando fuego y coraje.

¡Mirad qué ademán tan alto,

mirad qué pecho tan fácil

al viento varón y extenso

de las generosidades!

Mujeres que vais al fondo

de la vida a haceros madres:

vuestros abrazos fecundos,

vuestros vientres palpitantes,

hombres de tanto tamaño

sólo merecen poblarles.

Llevan el pueblo en los huesos

y el mediodía en la sangre.

"Crónicas de la Guerra Civil"

Miguel Hernández